sexta-feira, fevereiro 17, 2006
[0.187/2006] Legalizar as drogas?
Faltam poucos meses para as presidenciais colombianas. O editorial do El Espectador formula uma questão pertinente: deve ser pensada a legalização da droga? (Texto abaixo reproduzido por não ser de acesso directo.) Um estudo de um economista norte-americano espoleta a pergunta e o jornal questiona (in)directamente os candidatos à Presidência, esperando obter uma resposta que também os colombianos, penso eu, gostariam de ver respondida. Como assinala, e bem, o editorial, há poucos povos no mundo, como o colombiano, que mais sofrem com o tráfico de droga. Caso o "sim" fosse a resposta e que merecesse aplicação, haveria uma revolução mundial, e, certamente, o flagelo que afecta milhões de pessoas passaria a ser encarado e tratado de outra forma. O "sim" acarretaria, também, uma grande dor de cabeça para as máfias que operam neste domínio. O texto merece leitura e reflexão. CMC
¿Por qué no pensar en legalizar? Colombia, tras sufrir el rigor de la guerra fracasada contra la droga, debería promover su legalización. En esta misma edición, El espec-tador publica un artículo del profesor Gary S. Becker, notable economista estadounidense, ganador del Premio Nobel de 1992 y alumno de Milton Friedman, otro ganador del Nobel y reconocido crítico del prohibicionismo en relación con las drogas ilícitas. El artículo de Becker -a propósito de un estudio que acaba de publicar con dos autores más en el número de febrero del Journal of Political Economy- es un nuevo llamado a la sensatez en esta dirección. Se trata de un reconocimiento que muchos académicos y analistas tanto de Estados Unidos como de Europa y de otras nacionalidades han resaltado, aun en contra de la obsesión prohibicionista de gobiernos como el estadounidense y el colombiano. En efecto, Becker señala cómo uno de los más serios efectosdel prohibicionismo es incrementar la llamada "renta de riesgo": lo que cobran los agentes del negocio como prima de protección contra la acción de la justicia. Si se considera que la producción de drogas ?tanto las de origen vegetal como las sintéticas? no requiere procesos tecnológicos complejos, y que la mano de obra y los insumos en general son muy baratos en relación con otras mercancías, se debe aceptar que los elevados precios responden en lo fundamental a su carácter de prohibidas. El prohibicionismo ha apuntalado en la oferta, es bueno repetirlo, unas organizaciones que producen efectos perniciosos más allá de los altos precios. Son las mafias que se enriquecieron durante la prohibición del alcohol en Estados Unidos y hoy lo hacen en Colombia, en donde además asesinan, despojan a campesinos de sus tierras, distorsionan la economía nacional, desestabilizan las instituciones estatales, elevan la corrupción a grados delirantes y deterioran nuestra imagen y nuestra dignidad nacional. Una de las bases del debate entre prohibicionistas y legalizadores es una supuesta tensión entre moral y economía Se trata de un falso debate. Al fin y al cabo, los argumentos de Becker y otros van dirigidos no a apuntalar una práctica inmoral, sino justamente lo contrario: a reducir las fuentes de esa supuesta inmoralidad y las perversiones que la acompañan. De hecho, quizás el aporte más contundente de este nuevo estudio es la conclusión de que la legalización combinada con impuestos al consumo tendría un efecto equivalente, o incluso mayor, en la prevención del uso de las drogas que la guerra actual, sin tener que soportar todas las terribles consecuencias del narcotráfico y el crimen asociado y los costos de su persecución. Por supuesto, en este tema es necesario proceder con cautela, ya que no es deseable que haya una liberalización total del mercado de las drogas. Es preciso hacer distinciones entre aquellas cuyo daño a la salud es real y las que tienen efectos más bien benignos sobre los consumidores. Una cosa es legalizar de plano el llamado crack, o nuestro basuco, y otra es liberalizar el mercado de la marihuana. Y esta liberalización se puede realizar mediante mercados controlados, acompañados no sólo de impuestos, sino de campañas educativas destinadas a desestimular el consumo. Para Colombia resulta difícil promover políticas alternativas al prohibicionismo. Pero sí es de esperar que el llamado a la sensatez del profesor Becker no llegue a oídos sordos y sea posible estimular el debate sin que se recurra a la estigmatización y el macartismo. Los argumentos técnicos son cada vez más contundentes y Colombia está en mora de abrir el debate y explorar de cara al mundo alternativas menos costosas y destructivas que las actuales. Tal vez nadie en el mundo tenga más autoridad moral, después de pagar tan enormes y dolorosos costos por librar esta guerra, que Colombia para promover este debate en el escenario internacional. ¿Estaría alguno de nuestros candidatos dispuesto a tomar la palabra en nombre de los colombianos víctimas de esta guerra fracasada?
12:17:00 da manhã
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